De bluejeans y control de la agenda mediática

La escena parece sacada de una serie escrita por Aaron Sorkin, pero en esteroides y con algoritmos al volante. Donald Trump, atrapado en el ojo del huracán mediático por sus vínculos pasados con Jeffrey Epstein, de pronto se encuentra con una salida inesperada: una campaña de jeans. No cualquiera, claro, sino una protagonizada por Sydney Sweeney, una actriz que ha generado ruido en redes por ser... ¡una republicana registrada!

La historia comenzó con una campaña de American Eagle, la marca juvenil por excelencia en Estados Unidos, que lanzó una serie de anuncios protagonizados por Sydney Sweeney, actriz conocida por su participación en Euphoria y por ser una de las figuras más replicadas en redes sociales. La campaña mostraba a Sweeney en poses provocadoras, con estética noventera y una intención clara: vender sensualidad, estilo y nostalgia, pero más allá de ello, hacía un juego de palabras al decir “Sidney Sweeney tiene buenos jeans”, donde “jeans” es una palabra fonéticamente identica a “genes”, lo que despertó el malestar de la izquierda norteamericana.

Trump, con la maestría del viejo showman que es, aprovecha el momento y lo convierte en narrativa política. Su reacción no es casual ni banal, es un acto quirúrgico de apropiación del relato. En política —y sobre todo en la política digital— no sobrevive quien tiene la mejor defensa, sino quien logra cambiar la conversación. Lo de Epstein queda atrás cuando los titulares hablan de su comentario sobre American Eagle, y apoyo a Sweeney.

En plena gira en Pennsylvania, rodeado de preguntas incómodas sobre su pasado con Jeffrey Epstein, Trump recibe una pregunta aparentemente inofensiva: “¿Sabía que Sweeney es republicana?” Su respuesta fue tan rápida como eficaz: “¿Ella es republicana? Entonces ahora sí me encanta su anuncio.”

No estaba bromeando. En minutos, el expresidente convierte una campaña de ropa en un insumo para su storytelling político. No habla de economía, ni de guerra, ni de migración. Habla de jeans, de una actriz y de identidad ideológica. Porque lo que está haciendo no es responder, es ocupar un espacio simbólico. En redes sociales incluso compartió el anuncio de Sweeney y lo llamó “el más HOT de todos”.

Publicación de Trump en su red TruthSocial sobre el caso de Sydney Sweeney

Aquí lo que importa no es pertinencia del contenido, sino su función narrativa. Como señala Lakoff, los marcos mentales que estructuran la manera en que comprendemos la política no responden a datos, sino a estructuras emocionales. Trump no está haciendo análisis de consumo, está ejecutando framing con la destreza de un vendedor que entiende que lo simbólico gana elecciones. Sweeney, al ser presentada como la republicana que también puede ser sexy, viral y comercialmente exitosa, se convierte en el ariete que rompe la narrativa progresista dominante en la cultura pop.

Desde la perspectiva de la comunicación política, este episodio revela tres elementos clave: el uso del escándalo para crear pivotes temáticos, la absorción simbólica de marcas culturales y la personalización del discurso. Lo que Trump hace no es meramente banalizar la política, es convertirla en mercancía cultural. Él no está debatiendo, está haciendo product placement ideológico.

Ahora, ¿cómo debería responder un liderazgo progresista, o incluso moderado, frente a este tipo de maniobras? Con frontalidad narrativa. No basta con indignarse, ni siquiera con ridiculizarlo —porque el escándalo es parte del plan—. Hay que crear relatos que compitan con esa emocionalidad. Contar historias que comuniquen principios, pero desde un punto de vista humano, concreto, visual, después de todo la mente del elector está diseñada para absorber la información a través de historias.

Y ahí es donde muchos pierden. Mientras unos construyen líneas narrativas cargadas de símbolos, emociones y entretenimiento, otros insisten en hablar con gráficas, tecnicismos o posturas moralistas.

La recomendación para quienes comunican en política: no subestimen el poder de un comentario casual en una red social, no desdeñen el impacto de una campaña de ropa, y sobre todo, no olviden que quien logra conectar emocionalmente con la audiencia —aunque sea con jeans ajustados—, gana terreno en el tablero de lo político.

Si quieres analizar cómo podrías aplicar esta lógica a tu propia campaña, te invito a visitar ManceraEstrategia.com y agendar una sesión preliminar. O escríbeme a contacto@manceraestrategia.com. Porque en esta era, quien domina el relato, domina la elección.

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